La historia de Nicolás Andrade, el niño que con su muerte salvó 4 vidas en Bucaramanga

La madre de Nicolás recuerda cada segundo de aquel día con una nitidez que duela. El ruido de la puerta al cerrarse, el eco de la frase: “No me demoro, ya regreso”, el sonido del teléfono que más tarde quebraría cualquier intento de calma. Nadie imagina que el mundo puede hundirse entre una llamada y otra, que el tiempo puede volverse un enemigo implacable.

Cuando Andreina llegó al hospital, el aire olía a desinfectante y urgencia. Había médicos corriendo, enfermeras preguntando, luces intensas que impedían pensar. Ella buscaba a su hijo. Lo encontró rodeado de máquinas, cables y manos que hacían todo lo posible por retenerlo en este lado de la vida.

“Yo seguí aferrada a Dios”, repite. Y no es una frase, es un acto. Una forma de asegurarse de no desplomarse frente a las palabras que sabía que venían pero no quería oír. Oró, esperó, se aferró a la mínima señal. Pero la mañana siguiente, cuando decidieron bajar los medicamentos para ver si Nicolás despertaba, la esperanza se rompió como un cristal. No hubo respuesta. No hubo regreso.

El silencio que sigue a esas noticias es muy distinto al de cualquier madrugada. No hay sonido, pero sí un peso. Un peso que se instala en el pecho y no deja respirar.

La decisión que cambia destinos

Fue entonces cuando los médicos hablaron de la opción de donar sus órganos. Andreina escuchó la propuesta con un dolor tan grande que solo podía hacerse entendible desde el amor. Algunos padres se cierran; otros transforman lo insoportable en posibilidad. Ella eligió lo segundo.

“Un pedacito de mi hijo seguirá latiendo aquí”, dijo entre lágrimas.

Hay frases que no necesitan explicación. Esta lo decía todo: la elección de abrir la mano en lugar de cerrarla sobre el dolor.

Así, el corazón de Nicolás comenzó otra travesía. También sus riñones y su hígado. Cuatro personas que antes vivían en la cuerda floja, hoy tienen una oportunidad que no esperaban. Nunca lo sabrán, pero su vida nueva lleva una parte del niño que prometió regresar.

El duelo y el legado

Su hermana, Taliana, encontró en la decisión una forma de entender lo que parecía imposible de asimilar.

“Si ese era su propósito, ayudar a otros… entonces que sirva, que siga vivo en ellos”, dice con una voz que intenta no quebrarse.

La familia no llena el vacío, pero lo transforma en puente. En mensaje. En llamado a otros que quizá, algún día, tendrán que enfrentar la misma pregunta.

Un país que aún espera

En Colombia, miles de personas esperan la noticia que la familia de Nicolás decidió dar: “sí”. El Instituto Nacional de Salud recuerda que la tasa de donación aún es baja y que hay más de 3.900 pacientes que necesitan un órgano para seguir adelante. En un país donde la muerte muchas veces se llena de violencia, la historia de Nicolás se vuelve un recordatorio de que también puede sembrar vida.

El Hospital Internacional de Colombia mantiene su trabajo constante en trasplantes. Desde 2005 ha realizado más de 850 procedimientos exitosos, muchos de ellos posibles porque alguien dijo “adelante”.