El Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre cerró 2025 con resultados históricos: ciencia aplicada, alianzas académicas y un equipo comprometido devolvieron la libertad a cientos de animales. El liderazgo de Juan Carlos Reyes Nova fortaleció al CAV como símbolo de protección ambiental. Más de 2.600 animales atendidos y la mitad liberados, salvar la vida de los animales tiene nombre propio: CAV-CDMB
Un lugar mágico
Hay lugares donde el tiempo no se mide en horas sino en latidos. Donde cada amanecer comienza con el sonido de alas recuperándose, con respiraciones que regresan después del golpe, con miradas salvajes que poco a poco dejan de temer. El Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre (CAV) de la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB) es uno de esos lugares. Basta con detenerse unos minutos para entender que allí se atiende algo más profundo que fracturas, heridas o infecciones. En ese lugar se intenta reparar una relación rota: la que el ser humano mantiene con la naturaleza.
El 2025 fue, para el CAV, un año de consolidación. No uno de transición ni de aprendizaje, sino de resultados visibles, medibles y, sobre todo, narrables. 2.614 animales silvestres ingresaron al centro a lo largo del año. Cada uno con una historia distinta, pero casi siempre atravesada por la misma causa: la intervención humana. Atropellamientos, tráfico ilegal, mascotismo, pólvora, destrucción del hábitat. El CAV no atiende accidentes aislados; atiende las consecuencias de un modelo de convivencia desequilibrado.

El ingreso: el primer umbral
Cuando un animal llega al CAV, lo primero que se hace es detener el daño. El ingreso marca un punto de quiebre: o el ejemplar se estabiliza o su condición se agrava. En 2025, ese momento inicial estuvo respaldado por protocolos cada vez más afinados. Valoración clínica, análisis de laboratorio, diagnóstico preciso. Nada se improvisa.
“Cada animal es un caso único. No podemos aplicar fórmulas generales”, explica Juan Sebastián Mejía Gómez, coordinador del Centro. Veterinario y zootecnista, Mejía conoce el CAV desde sus entrañas. “Aquí tratamos cuerpos, pero también comportamientos. Un animal puede estar sano físicamente y no estar listo para volver al bosque”.
Ese enfoque integral ha sido clave para los resultados del año. El CAV no busca liberar rápido; busca liberar bien. Por eso muchos ejemplares permanecen en procesos prolongados de rehabilitación, mientras otros reciben disposiciones especiales que garantizan calidad de vida bajo cuidado humano permanente.

Historias que explican las cifras
Las cifras de 2025 adquieren sentido cuando se traducen en historias concretas. Como la del zorro plateado atropellado, uno de los casos más complejos del año. El animal llegó con trauma craneoencefálico severo, desorientado, con pocas probabilidades de sobrevivir. El equipo médico decidió intervenir.
Fueron semanas de seguimiento constante, ajustes en el tratamiento, observación clínica minuciosa. El zorro no solo sobrevivió: recuperó movilidad, reflejos y comportamiento natural. Cuando finalmente fue liberado, no hubo ceremonia. Solo silencio. Y un animal que se perdió entre la vegetación, como si nunca hubiera estado allí.
Otro de los casos emblemáticos fue el del jaguarundí y los dos tigrillos neonatos. Criar felinos silvestres sin humanizarlos es uno de los mayores retos en centros de fauna. Implica evitar el contacto innecesario, simular condiciones naturales, controlar estímulos. En 2025, el CAV demostró que ese equilibrio es posible. Los felinos crecieron, aprendieron a cazar y regresaron al territorio donde cumplen su función ecológica.
Las crías de zorro que ingresaron en estado neonatal completan ese grupo de historias que reflejan la vocación del Centro: no resignarse a perder una vida por falta de tiempo, recursos o voluntad.

Un líder que tiene claro sus objetivos
El trabajo del CAV en 2025 no puede entenderse sin una mirada institucional clara. Para el director general de la CDMB, Juan Carlos Reyes Nova, el Centro de Atención y Valoración Animal es una de las banderas más importantes de su gestión. No solo por los resultados, sino por el mensaje que envía: la autoridad ambiental no se limita a sancionar, también cuida, repara y educa.
Reyes Nova ha insistido durante todo el año en un llamado directo a la conciencia ciudadana: no traficar, no comercializar, no domesticar fauna silvestre; denunciar el maltrato y la tenencia ilegal; decir no a la pólvora, especialmente en épocas decembrinas, cuando el estruendo desorienta, hiere y mata. Su postura ha sido firme: la protección de la fauna no es un favor, es una responsabilidad colectiva.
Ese enfoque se refleja en la consolidación de un modelo científico de rehabilitación que en 2025 permitió liberar el 50% de los ejemplares atendidos.

Ciencia, territorio y decisiones técnicas
Uno de los avances más importantes de 2025 fue la consolidación de protocolos científicos de rehabilitación que permitieron elevar las tasas de liberación. Evaluación clínica detallada, análisis de laboratorio, rehabilitación conductual y marcaje de identificación hacen parte del proceso estándar.
El médico veterinario Vladimir Quintero Sánchez, coordinador médico del Centro, destaca que cada liberación deja aprendizajes. “Cada caso refuerza nuestro conocimiento para tomar mejores decisiones en conservación. No se trata solo de salvar individuos, sino de proteger funciones ecosistémicas”.
El CAV también ha puesto el foco en especies clave para la salud ecosistémica. Los marsupiales, por ejemplo, cumplen un papel fundamental como controladores naturales de plagas. Sin embargo, siguen siendo las principales víctimas de maltrato, representando cerca del 60 % de los casos de trauma atendidos. Golpes, cortes, atropellamientos: heridas causadas, casi siempre, por el miedo o la desinformación humana.
Para atender esta y otras emergencias, el CAV cuenta hoy con equipamiento de última generación, incluyendo quirófano especializado, lo que ha permitido atender lesiones complejas que antes habrían significado la muerte del animal.

Un trabajo que no se ve pero que se siente
Antes de llegar al CAV, los animales pasan por manos igual de decisivas: las del Grupo Élite Ambiental (GEA) de la CDMB. Médicos veterinarios recorren la jurisdicción atendiendo denuncias ciudadanas, operativos interinstitucionales y rescates de emergencia.
Son ellos quienes llegan a carreteras, viviendas, zonas rurales y urbanas. Quienes evalúan riesgos, contienen animales estresados y los trasladan al Centro. Su trabajo es silencioso, pero fundamental.
A ese esfuerzo se suma la alianza con la Universidad Cooperativa de Colombia, cuyos estudiantes apoyan procesos clínicos e investigaciones. La academia, en este caso, no observa desde afuera: participa activamente en la conservación.
Un balance que mira hacia adelante
En menos de dos años más de 3.000 animales han regresado a su hábitat gracias al trabajo del CAV.
Pero el verdadero balance de 2025 no se mide solo en liberaciones. Se mide en conciencia, en legitimidad institucional y en confianza ciudadana. El CAV se consolidó como un espacio donde la autoridad ambiental no castiga primero: cuida, repara y educa, como lo indica su director, Juan Carlos Reyes Nova.

El cierre: una responsabilidad compartida
Al finalizar el año, la CDMB reafirmó su compromiso con la protección de la fauna silvestre. El mensaje es claro: sin la ciudadanía, el esfuerzo es insuficiente. Denunciar, respetar, no domesticar. Comprender que cada animal que se pierde afecta un equilibrio mayor.
En el CAV, cada jaula abierta es una victoria. Pero la verdadera meta es que algún día esas jaulas sean menos necesarias. Porque la mejor rehabilitación siempre será la que no haga falta. Debemos entender que la naturaleza no nos pertenece, y que cuidarla es también cuidarnos.
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