Biviano Cervantes, oriundo del Atlántico, murió anoche por problemas de salud en unas escaleras de la Terminal de Transportes de Bucaramanga y su cuerpo fue recogido apenas esta mañana. Según su familia hubo negligencia en la atención, “porque creyeron que era venezolano”.
En unas escaleras al interior de la Terminal de Transportes de Bucaramanga ‘pasó la noche’ el cuerpo de Biviano Rafael Cervantes, luego de morir por problemas de salud este miércoles, cuando intentaba tomar un bus hacia Luruaco, Atlántico.
Varios ciudadanos reportaron como lamentable que durante la madrugada y la mañana no lo hubieran levantado, siendo un punto de tanto paso de viajantes.
Al parecer, no fue sino “hasta las 10:00” – dicen sus allegados – que la EPS se apersonó del proceso para recogerlo. “Pero durante toda la madrugada no contestaron de la Secretaría de Salud y el CTI no podía levantarlo por no ser muerte violenta”.
Biviano llevaba varias horas de viaje desde el estado Táchira en Venezuela, donde según sus familiares se encontraba laborando para ganar su sustento; regresaba a su tierra natal en la Costa, acompañado de un hijo de 17 años.
Hacía unos días el hombre de 42 años había estado hospitalizado por problemas cardiacos y al tener el alta se embarcó… pero quedó a mitad de camino.
Sin embargo, Andrés Felipe Cervantes, otro de sus hijos, cree que pudo haber sobrevivido al problema de salud que registró, de haber sido atendido de forma diferente.
Armando Salazar, paisano y amigo de la familia, explica que llegaron con Andrés Felipe hacia la medianoche, cuando Biviano ya había fallecido.
“Pero todo pasó cuando iban a tomar un trasbordo a otro bus, por la salida de embarque 1, como a las 10:00 de la noche. Iban sobre la hora, acababan de comprar el pasaje y bajaban las escaleras.
“Entonces el señor empezó a sentirse mal y quedó sentado inconsciente. Las personas del lugar dicen que se llamó a un médico de la sanidad del Terminal, que le dio una pastilla – no sabemos de qué - y un jugo. Pero del jugo solo se tomó unos sorbos”.
“Según nos dicen fue negligencia. Con la pastilla se vio un poquito mejor, pero volvió a recaer, porque al parecer tuvo un bajonazo de azúcar y la oximetría la tenía mal. Le puso una bala de oxígeno portátil pero no lo trasladaron a un hospital”.
El conductor con el que venía desde Cúcuta reportó que había tosido como ahogado en el camino. Y en las escaleras, cuando volvió a perder el sentido, la gente reclamó que por qué no llamaba una ambulancia, pero dicen que la expresión del médico fue: ‘Es que son venezolanos y no los puedo subir a una ambulancia”.
Armando y Andrés Felipe se preguntan de dónde salió esa versión, pues tanto Biviano como su hijo adolescente son del Atlántico. “Tal vez se dejaron llevar por las apariencias, pero no pidieron la cédula ni nada. Se quedaron con la interpretación.
“En el caso del hijo, es un menor de edad que estaban consternado por lo que ocurría, en una ciudad extraña, con poca experiencia y confiado en que el médico lo estaba atendiendo. Pero el papá prácticamente se le murió en los brazos”, narró Armando.
“No podemos creer que esto esté pasando. Así fuera venezolano, ¿si yo me corto un dedo será que me duele más por ser colombiano? ¡No es justo!”, cuestiona Andrés Felipe, reclamando que a su papá “no le dieron la ayuda que necesitaba, hasta que una hora después murió y no se podía hacer nada”.
Luego de su fallecimiento vino el otro calvario por ver quién levantaba a dos Biviano, un hombre entregado a ayudar a otros, quien irradiaba alegría y se esforzaba por sustentar a su familia.
“Son muchas cosas que de verdad entristecen. ¿Cuál debe ser el procedimiento para una asistencia humana en estos casos? ¿Cómo es posible que los levantamientos dependan del horario de una persona?, ¿un solo médico de la Secretaría de salud para hacerse cargo?”, reclama Armando.
Tras una espera de horas en el terminal, el cuerpo ya quedó en manos de una funeraria que lo llevará al Atlántico, donde los suyos lo esperan con dolor, para darle el último adiós.
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