María Mendoza y Uriel Jaimes lo perdieron todo con la creciente súbita del martes, que arrasó con el puente de La Playa en la vía Bucaramanga – Matanza y se les llevó su cabaña, su tienda, una heladería y su restaurante, además de sus mascotas. Son dos de las ocho víctimas directas de esta tragedia.
“La avalancha nos quitó todo y nos tocó venirnos a Bucaramanga”, es lo primero que dice María Eugenia Mendoza para resumir la tragedia que los agobia ahora, luego de que una creciente súbita en la vereda La Playa les tumbara todo lo que habían construido junto a su esposo Uriel Jaimes.
La noche del pasado martes 10 de mayo una violenta corriente en la quebrada La Cristalina no solo destruyó el puente que comunica a Bucaramanga con Matanza, sino que a este hogar le arrasó su casa y sus negocios.
“Teníamos una tienda arrendada a unos señores, habíamos montado una heladería, el restaurante y en septiembre habíamos construido una cabaña; también le teníamos arrendado un apartamentico a un adulto mayor”, enlista María sobre sus grandes pérdidas.
Ella trabaja como enfermera en Charta, donde asegura que le deben varios sueldos de su servicio, por lo cual se sustentaban principalmente de lo que conseguían con sus negocios, los que levantaron con mucho esfuerzo.
“Nos da mucha tristeza porque perdimos absolutamente todo, y ni la Gobernación ni otras autoridades han llamado; quedamos solo con la ropita que llevábamos puesta y no nos preguntaron: ¿dónde van a dormir esta noche? ¿ustedes tienen una cobija? ¡Nada!”.
Sin embargo, dice María, pronto irán hasta Charta pues hay gente de Vetas que reunió ayudas para colaborarles.
Sobre esa terrible noche, recuerda que “eran como las 8:15 p.m.; un señor en la parte alta de Charta cada vez que crecía el río me llamaba y ese día me llamó y me dijo: María tenga cuidado que está bajando una represa, está muy crecido.
“El problema es que antes, cuando llamaban, la creciente demoraba entre una hora u hora y media en llegar, pero ese día no pasó media hora cuando sentimos el ruido.
“Mi esposo se fue a sacar el carro y lo dejó en la entrada, mientras el muchacho de la tienda sacó la moto y salió. No pasó diez minutos cuando baja esa creciente tan impresionante y se llevó toda la guadua”.
Uriel intentó prender el carro rápidamente, “pero no era capaz”, y cuando finalmente lo logró, la creciente “bajó con toda su fuerza y se llevó el puente. No pasaron cinco minutos cuando se llevó la cabaña, luego el resto de casas, el restaurante… todo”; a María se le quiebra la voz trayendo a memoria ese instante.
“Gracias a Dios nosotros quedamos con vida”, lo pronuncia y luego sigue un profundo silencio, viendo en medio de todo alguna esperanza.
Sin embargo, además de lo material, otra dolorosa pérdida para esta familia fue la de su perrita, que estaba en la casa, “estaba parida, tenía cuatro animalitos y se la llevó la avalancha”.
Así como para Uriel y María, el dolor llegó para otros seis residentes de esa zona, un hombre mayor, “dos muchachos de la tienda y tres nietos”, que también quedaron en la calle.
Esa tormentosa noche Uriel se acercó a la vía de la vereda Pajonal, subió el carro y escamparon varios de los damnificados, “porque empezó a llover. De ahí salimos a la 1:00 de la mañana que vinieron los vecinos para ayudarnos”, explica María.
Tras pasar esas horas de desesperación, llegó el amanecer junto a unidades de la Oficina de Gestión del Riesgo, la Policía y el Ejército, que hicieron presencia al día siguiente prestando su primer auxilio.
Pero luego de sobrevivir, a esta comunidad le queda encontrar la manera de volver a empezar; incluso en el caso de María, debe hacerlo conviviendo con un cáncer de colon por el cual acude frecuentemente a terapias en Bucaramanga.
Quienes deseen ayudar a María y a Uriel pueden comunicarse al 311 521 8179, y también con ellos contactar a los demás damnificados de esta tragedia.
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