Atentados en serie dejaron dolor y miedo en las calles de Colombia
Una mañana bajo fuego: detonaciones, zozobra y duelo en varias regiones del país. El 10 de junio arrancó con una arremetida violenta en puntos estratégicos del suroccidente colombiano. Estaciones de Policía, vías principales y zonas urbanas fueron blanco de explosivos y ráfagas de fusil. Las víctimas incluyen uniformados y civiles, mientras las autoridades apuntan a estructuras disidentes como responsables de esta escalada criminal.
La mañana del 10 de junio fue una pesadilla para los habitantes de varios municipios del Valle y el Cauca. Desde las 4:30 a. m., una serie de ataques armados y explosiones con motos y carros bomba sacudieron zonas urbanas y rurales, dejando a su paso destrucción, pánico y varias víctimas, entre ellas miembros de la Policía Nacional.
La institución confirmó la muerte del capitán Juan Carlos Amaya Méndez, asesinado en Sonsón, Antioquia, en medio de un atentado armado. En Caloto, Cauca, también perdió la vida el patrullero Jair Gonzalo Gurrute Bolaños, mientras que en Villa Rica, el patrullero Duván Andrés Ramírez Cárdenas murió tras la explosión de un artefacto en el peaje de la vía Cali–Popayán. Sus nombres ya hacen parte del doloroso saldo de esta jornada violenta.
Los ataques se sintieron por cielo y tierra
En Morales, Cauca, un carro bomba fue detonado frente a la estación de Policía, y en el momento de la explosión dos civiles que pasaban por la zona perdieron la vida. En Cali, especialmente en el barrio Alfonso López, una moto bomba activada cerca de un CAI causó graves heridas a varios uniformados y civiles. En otros puntos como Buenaventura, Jamundí, Corinto y El Bordo, se reportaron explosiones y hostigamientos, sin que aún se tenga un balance oficial completo de víctimas.
Las autoridades atribuyen los ataques a las disidencias de las Farc, particularmente al frente Jaime Martínez, como parte de un supuesto homenaje al cabecilla alias Mayinbú. Mientras el Ejército y la Policía tratan de retomar el control en las zonas afectadas, los habitantes siguen con miedo, encerrados y sin respuestas claras sobre lo que sigue.
Los atentados dejaron daños materiales de gran magnitud en estaciones de Policía, sedes administrativas y viviendas cercanas. Aunque algunos explosivos fueron desactivados a tiempo, otros estallaron causando caos y terror. La tensión continúa en el suroccidente del país.
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